Era
un soñador, aunque todos le tomaban por loco. Vestía como todo músico demasiado
ocupado como para tomarse en serio su físico: hecho un desastre. Su vida se
concentraba en la música. Era como… (¿Cómo voy a explicarlo, yo, que sólo soy
un simple espectador de su vida, a la que conocí por libros?). Su vida era como
un largo pentagrama que no conoce la doble barra final, como una redonda debajo
de un calderón… como una canción que nunca acaba.
Paseaba
con un cuaderno que le sobresalía del bolsillo y un bolígrafo reposado sobre la
oreja izquierda por si la inspiración surgía en un momento inesperado. No, un
bolígrafo no; en realidad era una pluma. La pluma con más talento que ha podido
haber (después de la de Shakespeare, claro).
Cómo
acariciaba el papel con ella… Eran movimientos de muñeca rápidos, casi
perfectos, y en cada uno de ellos, un acorde. Creaba una música que, al oírla,
se traducía en sensaciones que se metían en el corazón y la piel del escuchante.
Cuando
subía al escenario, el público, que no era mucho, enmudecía. Tomaba la guitarra
y el mundo desaparecía. Se convertía en una prolongación de su cuerpo, de sus
manos, de sus finos y ágiles dedos de guitarrista enamorado del vibrar de las
cuerdas. Abrazaba la guitarra como abraza una ligadura a dos notas. Empezaba a
tocar y las notas inundaban el aire.
En
cuanto descubrí su música, me enamoré de ella. A decir verdad, mi reproductor
de música estaba lleno de sus canciones. Cada vez que daba al play pensaba: “La música más alta que
los pensamientos”. Y así era.
Cerraba
los ojos. Me concentraba en los cambios. Primero un mi, marcado pero suave; subía al la, lento pero forte y caía a do. Escalofríos, pelos de punta revolucionados por esa magia.
Durante
toda mi vida escribí con su música de fondo. Siempre pensé que escribió una
canción para cada momento de la vida, y se convirtió en la banda sonora de la
mía.
Murió
poco tiempo después de descubrirle. Por supuesto, fui a su entierro, que fue
sencillo y discreto. Eso sí, cumplieron la letra de su última canción: fue
enterrado “con la guitarra entre las
manos”.
Justo cuando recupero mi guitarra para volver a componer canciones me encuentro esta entrada... fue como un impulso.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por leerlo y vaya, menuda casualidad... jajajaja
ResponderEliminarUn saludo :)
Mmmm me gusta contratada
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