domingo, 13 de octubre de 2013

Las cinco estaciones que nunca tuvimos.

Como las telarañas que nacen en los sentimientos que ya no usamos. Así somos. Transparentes, casi invisibles, pero con fuerza suficiente como para parar un tren (sólo si es de juguete, no te vayas a pensar).
¿Sabes? Siempre quise ser un poco invierno para recordarte que el verano no dura eternamente. Y que si te pierdes entre piernas y no entre corazón, no vale la pena que las hojas caigan sobre ti cuando llega el otoño.
Si le restamos todos los trenes que no has cogido nunca y le sumamos los aviones en los que no te atreviste a subir, nos quedan mil y dos experiencias por vivir (que la primavera llega sólo cuando tienes felicidad, dicen).
A pesar de que nunca he visto bien compartir estaciones, allá cada uno con sus dioptrías.

Ahora que soy insoportable, me permito escupir a la conciencia con cosas como: ¿Quién te ha dicho que quiero hacer lo correcto? Y entonces, baja la cabeza, hace ojitos y se aleja poniéndome de todos los colores.

Ojalá la vida tuviera un 'etc' para no vivir demasiados momentos malos."Teníamos cuentas pendientes este otoño y yo. Ya sabes, etc." 
Sería bonito tumbarse en una sonrisa y luego descolgarse para bajar (porque quedarse colgado de ella resulta demasiado fácil).

Le pedí al reloj que me diera una vuelta

en sus manillas
para hacer tiempo
hasta que llegara la hora
de volver a la realidad.
Me dijo que ya era hora
de no perder el tiempo,
que él solito me pondría en el lugar
que le diera la gana.

Hoy la cama me ha deshecho a mí.